Esta noche siento el dolor de la culpa del ser humano, la rabia contenida de una sensación inexplicable de como la codicia humana, ávida de poder, es capaz de matar animales, de envenenar a sus semejantes, de comerciar con sus órganos, de mandar soldados a guerras en países que no son el suyo, de abrir un agujero en el cielo, de volver locas a las vacas, de engordar a los pollos... mi mente se volvería loca si siguiese pensando en toda la gran barbarie humana... ¿por qué?
Y ahora pienso: ¿que podría hacer yo para ayudar a la Gran Madre, siempre acogedora, que me permite hundir mis manos en su arena, sentarme bajo la copa de sus árboles para refrescarme, bañarme en sus ríos...? da y da belleza y energía... ¿y que puedo hacer yo para ayudarla...? soy tan frágil y pequeña en este Universo, y estoy tan poco tiempo en la Tierra... y ella lleva tantos millones años girando y girando... pero, ¿cuanto más seguirá haciéndolo? Últimamente pienso que si no acaba con la mayor plaga que habita sobre ella, que somos nosotros, ésta terminará por destruirla definitivamente.
Siento que empieza a ser tarde para salvarla, ¡ojalá pudiese pensar como Araújo que el ser humano optará por la vida y dejará de traer muerte al Planeta! Pero los que hemos estudiado la Historia, sabemos que el ser humano siempre ha sido igual, y aunque en mi cerebro resuene ¿como podemos estar haciendo estas cosas?, yo misma encuentro la respuesta: hay cosas que cambian, y otras que no cambian nunca.
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